Agatha Christie
Agatha Christie nació en una familia británica de clase media alta y fue una niña muy feliz hasta que, cuando tenía once años, murió su padre. Ella siempre dijo que fue entonces cuando se acabó su infancia. La estabilidad familiar y el desahogo económico se tambalearon. Siguió viviendo con su madre y siendo educada en su propia casa, lo que acentuó su sensación de soledad y su pasión por la lectura. Es en aquellos años cuando aprende a tocar el piano y la mandolina. La salud de su madre no era fuerte y los médicos le recomendaron ir a vivir a una zona más cálida. Abandonaron su querida Inglaterra para ir a vivir unos meses a El Cairo. Tras aquella etapa regresó a Inglaterra y empezó a escribir sus primeros relatos. Se enamoró de Archibald Christie, oficial del ejército británico, con el que se casó ante el inminente estallido de la primera guerra mundial. El luchó como aviador de la RAF y ella se alistó como enfermera, donde lo aprendió todo sobre medicamentos, pócimas y venenos, conocimientos que más tarde emplearía con maestría en muchas de las novelas que la hicieron mundialmente famosa. Fue en 1920 cuando escribió su primera novela policíaca, a la que más tarde seguirían 65 más que la convirtieron en la escritora más vendida del mundo por detrás La Biblia y William
Shakespeare, con más de dos mil millones de libros vendidos y habiendo sido traducida a más de cien idiomas. Después de doce años de matrimonio y una hija Archibald, se enamoró de otra mujer y le pidió el divorcio. Tras una dura discusión él se fue a casa de su amante y ella cogió su coche y desapareció en la noche. Su desaparición fue un misterio que conmocionó al mundo entero: su coche apareció abandonado junto a un lago sin ninguna pista sobre ella. Miles de ciudadanos ayudaron a Scottland Yard en su intensa búsqueda. Hasta Arthur Conan Doyle, el creador del inigualable Sherlock Holmes, participó en su búsqueda contratando a una médium. Once días más tarde la encontraron. Se había hospedado en un hotel. Sufría amnesia. No reconoció a su marido. Se había registrado con el nombre del amante de él. Fueron muchas las dudas y las sospechas que despertó aquella desaparición. Ella nunca mostró el más mínimo interés en disiparlas aclarando lo sucedido. “Agatha” es una película en la que se cuenta aquella historia. Vanessa Redgrave hace una Christie formidable, acompañada por Timothy Dalton en el papel del marido y de Dustin Hoffman dando vida al periodista norteamericano que la encuentra.
Tras divorciarse de su marido, se casó dos años más tarde con Max Mallowan, un conocido arqueólogo al que solía acompañar en sus excavaciones en Egipto y Oriente Medio. Con cierta sorna ella solía decir que la ventaja de casarse con un arqueólogo era que sería capaz de encontrarla más atractiva cuanto más envejeciese. Su producción literaria la llevó a convertirse en una de las escritoras más famosas del mundo. Sus libros se leían en todas partes y varios de sus personajes (el infalible inspector Hércules Poirot y la deliciosa Srta. Marple, esa
viejecita curiosa y detallista capaz de resolver el misterio más intrincado) fueron llevados en muchas ocasiones al cine. También escribió varias obras de teatro como “Testigo de cargo” (inolvidablemente llevada al cine con Charles Laughton, Tyrone Power y una esplendorosa Marlene Dietrich) o “La ratonera”, que fue representada en Londres ininterrumpidamente durante más de cuarenta años con más de 25.000 representaciones. Otras facetas menos conocidas de Agatha Christie han sido la poesía y las novelas románticas que, para escapar a la presión de su fama, escribió con el seudónimo de Mary Westmacott y que, sin embargo, pasaron sin pena ni gloria. Solía escribir a mano para pasar más tarde el manuscrito a máquina aunque dejó de hacerlo cuando descubrió el placer de dictar sus novelas a su secretaria, cosa que hacía, normalmente, desde la bañera.
La escritura y los viajes fueron las grandes pasiones de esta mujer capaz de escribir novelas policíacas que constituían, y constituyen, todo un reto para el lector que, irremisiblemente, pasa de sospechar de un personaje a otro hasta la última página. La fabulosa descripción de sus personajes, de los ambientes y la urdimbre de una intriga que te atrapa desde el primer momento, han hecho de ella una escritora de lectura imprescindible. La utilización de frases cortas y la división de sus novelas en capítulos cortos rompieron con la novela tradicional y
dotaron a su obra de una agilidad y dinamismo que hacen que, cuando empiezas cualquiera de sus novelas, te resulte imposible dejarla.
Aunque pueda parecer lo contrario, sus inicios como escritora no fueron fáciles. Sufrió, como tantos otros, el rechazo de las editoriales hasta que una de ellas se atrevió a publicar su primera novela. Pocas cosas hay más descorazonadoras que enviar el manuscrito de tu primera novela a una editorial y ver como sistemáticamente es rechazada, a veces con la excusa más peregrina, otras las más, con ese silencio de la no respuesta que te hiela hasta el alma. Pero ella no se hundió, siguió escribiendo y enviando sus manuscritos. Siempre fue una mujer que rompió con todas las reglas e imposiciones con las que pretendieron encerrar su inquebrantable espíritu de libertad. Ni la férrea educación victoriana que recibió consiguió domarla.
Pocos placeres hay como el de dejarse llevar por ese inteligente juego que ella establece con el lector al que lleva, cogido de la mano, a hacerle partícipe de lo que está pasando, a ser uno más de sus deliciosos personajes, otro detective o un simple “voyeur”, haciéndole vivir en primera persona la intriga y el misterio que envuelven todas sus novelas. De detalle en detalle, de sospechoso en sospechoso y de crimen en crimen, te vas adentrando en ese universo que solo ella fue capaz de crear. No hay verano que no vuelva a perderme en sus novelas. Imposible rechazar esa invitación capaz de transportarte desde la tórrida tarde madrileña a la verde campiña británica, a exóticas islas tropicales o a fascinantes ciudades de Oriente Medio, y a una época donde la inmediatez no era lo importante, donde el diálogo era uno de los más preciados valores y donde podían vivirse las más atractivas y pasionales historias de amor… y crimen. El mes que viene se cumplirán 125 años de su nacimiento. Murió hace 39, pero ella sigue viva en los Poirot, las Marple y todos los personajes inolvidables que creó.
Carlos Olalla
Ahhh, me encanta que nuestra adorada Agatha te haya hecho revivir aquellos momentos. Tal y como lo cuentas, te veo tumbada sobre esas losas libro en mano y aguzando el ingenio para descubrir al asesino… Hay autores, como ella, que forman parte de nuestras vidas. Vuela mi abrazo más veraniego y Christiniano.