Geoffrey Rush, o el valor de apostarlo todo por un sueño
Tiene un rostro muy particular, una mirada inconfundible, ha ganado todos los premios más importantes del cine y del teatro del mundo, incluido el Oscar a mejor actor protagonista, pero si te cruzas en la calle con él, seguramente ni le reconocerías. Se llama Geoffrey Rush, es australiano, y es uno de los mejores actores contemporáneos. Le conoces, sin duda, le has visto haciendo de logopeda en “El discurso del rey”, del capitán Héctor Barbossa en la saga de “Piratas del Caribe”, de un maniático experto en arte en “La mejor oferta”, de alemán en “La ladrona de libros” o del genial pianista David Helfgott en “Shine”. Pero es tan camaleónico e imprime una personalidad tan fuerte a los personajes que interpreta, que difícilmente puedes asociar sus personajes con el Geoffrey Rush que habita tras todos ellos. Uno de los puntos más fuertes en los que se apoya para dar vida a sus personajes es la voz: capaz de utilizar
cualquier acento y cualquier tono, su prodigiosa voz, haga lo que haga, siempre resulta verosímil. Posee un gran talento, es cierto, pero sobre todo lo que es Rush es un actor que prepara a fondo sus personajes. Para interpretar a David Helfgott, el inolvidable pianista gravemente traumatizado por su padre, no solo se entrevistó varias veces con él para conocerle y poder meterse dentro de su piel, sino que investigó todo lo habido y por haber sobre los síntomas y las secuelas que sufría, y aprendió a tocar al piano como un virtuoso.
Supo que quería ser actor desde que era un niño. Actuaba en las funciones escolares del colegio hasta que, a los 20 años, debutó profesionalmente con la Queensland Theatre Company, donde interpretó diversos papeles del teatro clásico, una de sus pasiones, aunque alcanzó la fama gracias a su personaje de Snoopy en el musical “You´re a good man, Charlie Brown” A aquel éxito le siguió una sólida carrera teatral que intentó compaginar con el cine, donde debutó diez años después en la película “Hoodwink” en la
que apenas tenía un par de frases. Por aquel entonces estaba sin un duro y compartía piso con un antiguo compañero de escuela que, años más tarde, llegaría a ser una estrella de Hollywood: Mel Gibson. Aquí les tienes compartiendo escena en “Esperando a Godot” Su primer protagonista cinematográfico todavía tardaría casi siete años en llegar. Sobrevivió compaginando el cine con el teatro hasta que, en 1992, cumplidos ya los cuarenta tuvo una profunda crisis existencial que le llevó a una grave depresión. Se le hundió el mundo, su mundo, ese mundo que tanto amaba y por el que tanto había luchado. ¿Valía la pena tanto esfuerzo durante los veinte mejores años de su vida para haber llegado solo a eso?, ¿De qué iba a vivir la hija que acababa de tener?, ¿Era necesario pasar las penurias económicas que sufría por intentar seguir sus sueños?
Pero Rush decidió no renunciar a sus sueños, no renunciar a sí mismo, y abandonó su Australia natal para ir a estudiar la técnica Leqoc en París. De vuelta a Australia se centró por completo en el teatro. Y fue precisamente uno de los papeles que hizo allí lo que hizo que Scott Hicks se fijara en él para protagonizar la película “Shine”. En ella tenía que dar vida a un genio musical, el pianista David Helfgott, todo un reto interpretativo pues no solo
se trata de un personaje real y vivo, sino que tiene graves secuelas psíquicas debido al maltrato sufrido. Rush se entusiasmó de tal modo con aquel reto que decidió apostarlo todo por él. Sentía que toda su carrera profesional en los escenarios no había sido más que una preparación para afrontar aquel personaje. Trabajó durante siete meses sin cobrar un duro para prepararse. Aprendió a tocar el piano con un virtuosismo que, en pantalla, te hace creer que es imposible que lo que oyes no lo esté tocando él. Y aquel papel fue, como él mismo había intuido, el papel de su vida, el papel que le abrió todas las puertas. Nominado para el Oscar a la mejor interpretación masculina, a pesar de saber que nunca un actor australiano había ganado un Oscar y que la competencia era muy fuerte, pidió un crédito para poder pagar el billete de avión a Los Ángeles para asistir a la ceremonia. Y, contra todo pronóstico, lo ganó.
Su éxito no fue flor de un día, sino que hizo que se lo disputaran, y se lo disputen, los productores más importantes de Hollywood y de todo el mundo. Desde entonces ha encarnado todo tipo de personajes buscando siempre que representasen un reto para él. Nunca ha querido encasillarse porque para él la actuación es un juego de riesgo continuo, de explorar permanentemente tus límites, de arriesgarte a saltar sin red… Si le preguntas qué es lo que más le gusta de su profesión y de todo lo que ha hecho, humildemente te responderá que haber sido capaz de mantenerse a flote manteniendo intacto su entusiasmo por la actuación.
Ganador del Oscar y nominado varias veces más, ganador también de premios Bafta, de los Globos de Oro, de los Tony o del Emmy por su increíble interpretación de Peter Sellers en “Vida y muerte de Peter Sellers”, probablemente el papel que más le ha exigido en su carrera ya que, además de la caracterización del personaje, tuvo que emplear cerca de sesenta acentos y tonos de voz diferentes para dar vida a ese otro monstruo de la interpretación que fue Peter Sellers.
Ganador de todos los premios y, sin embargo, sigue siendo y pareciendo el humilde vecino de al lado que, cualquier noche, llama a tu puerta para pedirte por favor que le dejes un poco de leche porque no le ha dado tiempo de ir a comprarla. Rush es la fuerza de un sueño, la inquebrantable voluntad de vivirlo, el callado esfuerzo que se esconde tras lo que vemos en pantalla, las incontables horas de ensayo que hay tras cada uno de sus personajes, las mil y una noches sin dormir por la angustia de no poder pagar el alquiler o no tener para comer, el tormento de la duda, la sabiduría de la confianza, el permanente deambular por la cuerda floja de reto en reto y de riesgo en riesgo, la inmensa grandeza de la humildad, el amor a la vida y, por encima de todo, la enorme valentía de quien, venciendo a todas las dificultades y los miedos, decide llevar las riendas de su vida para no renunciar jamás a ser él mismo.