Eva cassidy
Tenía una de las mejores voces del siglo XX. A ella nunca le importó. Cantaba porque le gustaba cantar y, sobre todo, por ver lo felices que se sentían al escucharla los contados espectadores de los pequeños clubes de Washington donde solía actuar. Podía cantar cualquier canción y abordar cualquier estilo musical. Siempre le imprimía a todo lo que hacía su sello personal, un sello de ternura, pasión, verdad y amor. Vivía en una pequeña granja a las afueras de la ciudad. Renunció a ir de gira por los circuitos norteamericanos porque nunca quiso cambiar su estilo de vida. La palabra ambición no significaba nada para ella. Era feliz en el campo y con los suyos, con eso le bastaba. Cuando murió tenía treinta y tres años y casi nadie la conocía. Hoy es una de las cantantes más admiradas en todo el mundo. Ha vendido millones de discos. Se llamaba Eva, Eva Cassidy. Nadie ha cantado como ella.
Su afición por la música le venía de familia. Su padre era un profesor de escuela retirado que tocaba el bajo eléctrico y su hermano también es músico. Eva empezó a cantar y a aprender a tocar la guitarra a los nueve años. Su padre recuerda que cuando escuchaba una canción en la radio ella cantaba no la melodía, sino la armonía. Tenía sentido de la armonía y un oído musical excepcional” Por eso Eva podía cantar cualquier estilo de música y hacerlo tan personal y tan propio. Su madre era una persona fundamental en su vida. De Eva decía que era una persona muy introvertida que transmitía su propia vulnerabilidad al cantar y que por eso llegaba tanto a la gente.
Empezó a actuar en público cantando baladas country en bares donde nadie escuchaba. Ella lo odiaba. Se unió a varios grupos pero aquello tampoco le gustaba porque tenía que gritar para hacerse oír. Cuando por fin Chuck Brown, un intérprete ya consagrado, le propuso cantar jazz y blues en algunos clubes se le abrió el cielo. Nunca había tenido la oportunidad de hacer profesionalmente lo que a ella más le gustaba. Tenía una voz excepcional, transmitía todos los sentimientos desde lo más profundo de su corazón, llegaba al público con una facilidad impresionante… pero todavía había cosas tremendamente sencillas que ella era incapaz de hacer: para cantar “Fever” tuvo que pedirle a alguien que le enseñase a chasquear los dedos porque ella no sabía.
Chuck Brown, con quien Eva había grabado el disco de versiones de jazz decía: “ella no sabe lo buena que es” y Chris Biondo, su productor y bajista comentaba: “Le gustaba la idea de poder vivir de la música, pero si no llegaba a grabar un disco o a ser famosa, eso jamás le habría quitado el sueño. Lo triste es que empezó a ser conocida cuando se le diagnosticó su enfermedad, tres meses antes de morir” La pureza de sentimientos de Eva, su profundo amor a la vida y a la música es lo que hizo que, mientras vivió, solo la conocieran unos cuantos amigos y los asiduos de los pequeños clubes de Washington D.C. donde ella cantaba. Rechazó firmar con varias discográficas porque le exigían un estilo pop que era de más fácil venta pero que a ella nunca le interesó. Nunca tuvo la ambición o la agresividad que han llevado a otros músicos a la fama, lo suyo era algo más auténtico, espiritual. Cantaba porque le gustaba y eso le bastaba. Y solo quería hacerlo en
locales donde la gente fuera a escuchar música. Por mucho que le insistieran lo importante que era grabar un disco o hacer una gira por los circuitos norteamericanos, ella siempre respondía: “¿Quién va a querer escucharme cantar?, ¿Tú crees que alguien compraría mis discos?” Hoy es una figura reconocida universalmente que ha vendido más de cuatro millones de copias. En Europa fue un programa de radio de la BBC el que, en el año 2000, empezó a incluir esporádicamente algunas de sus canciones. Cada día eran más los oyentes que mandaban peticiones de sus canciones a la emisora. Fue así como aquí la conocimos. Bruce Lundval, director de Blue Note Records y que tuvo la fortuna de oírla cantar cuando empezaba su carrera musical jamás olvidó la primera vez que la escuchó cantar: “Fue en mi oficina. Eva cantó a capella “Amazing Grace”. Nunca había oído nada igual. Me quedé clavado en la pared y cometí el mayor error de mi vida: no hacerle firmar un contrato.
El disco que había grabado con Chuck Brown fue muy bien acogido por la crítica pero no pasó de distrubirse a nivel local. En el estudio de Chris Biondo realizaba muchas grabaciones que, debido principalmente a las dificultades de comercialización que un estilo tan personal y difícil de encasillar como el de ella presentaba, eran rechazadas sistemáticamente por las discográficas. El disco que la lanzó a la fama, aunque ella nunca llegó a saberlo, fue el que grabó en directo en el Blues Alley Club en verano de 1996. Fue un concierto inolvidable en el que cantó la mayor parte de su repertorio. Fue solo unas semanas antes de que le diagnosticaran el cáncer. Aquí la tienes aquella noche interpretando Chain of fools
Murió de melanoma, uno de los cánceres con peor pronóstico, el 2 de noviembre de 1996. Se lo habían diagnosticado tan solo tres meses antes. En una entrevista que le hicieron al descubrirse su enfermedad le preguntaron si le impediría cantar. Ella respondió: “Tengo la profesión más fácil del mundo, solo tengo que cantar y tocar la guitarra” Sabía que solo le quedaban tres meses de vida. Todo empezó a principios de agosto de 1996, cuando sintió un fuerte dolor en una cadera. La radiografía que le hicieron detectó que sufría cáncer de huesos. Le dijeron que le quedaban tres meses de vida. No se equivocaron. Fueron tres meses de lucha contra la muerte. La quimioterapia no pudo hacer nada.
Poco después de que le diagnosticasen el cáncer, la noticia corrió por los ambientes musicales de Washington. Eva no tenía ningún seguro médico pero multitud de grupos actuaron benéficamente para conseguir fondos para su tratamiento. Fue en Octubre, en el Bayou. Ella quiso acercarse allí a pesar de que se le había caído el pelo y tenía que andar ayudada por un andador. Dejó de ir a quimioterapia dos días para no estar agotada y poder hacerlo. Al final del concierto ella subió lentamente al escenario. Un pañuelo en la cabeza ocultaba que había perdido ya todo su pelo. Ayudada por su andador se acercó a proscenio. Cogió el micro y, como siempre, agradeció a todos su asistencia al concierto. Solo pudo cantar una canción: “What a wonderfull world”. Ese día supo lo mucho que sus seguidores la querían y cuánto adoraban su forma de cantar y de darse a los demás. Fue su última actuación. Al volver al hospital donde estaba ingresada pidió que le trajeran tarjetas para dar las gracias a todos los que habían hecho posible aquel concierto. Quiso escribirlas personalmente. Solo pudo escribir una al día. El deterioro de sus huesos no le dejaba escribir más. Las firmó con un corazón que dentro tenía una sonrisa.
Fernando N.
Desde hace muchos años, a mí me la descubrió RamónTrecet, cada vez que la escucho se me escapa alguna lágrima, por eso me cuesta escucharla; al final termino con los ojos rojos y la nariz atascada. No lo puedo evitar y además no me da vergüenza reconocerlo. Tampoco me da pena que no sea muy conocida; Eva es para minorías y su manera de querer cantar y de querer vivir corrobora lo que digo. Me apena que nos faltara tan pronto, como Schubert, Arriaga, Mozart y tantos otros y otras. La vida es muy injusta a veces cuando nos arrebata a estas personas, así como a niños no culpables que tendrían toda una vida por delante.
Carlos Olalla
También Trecet fue quien me la descubrió a mí. Me identifico totalmente con lo que dices, Fernando. A mí también se me encharcan los ojos cuando la escucho y tampoco me avergüenzo. Es realmente muy duro pensar en l@s que nos han dejado tan jóvenes y en lo que hubieran podido hacer si la vida no hubiera sido tan injusta con ell@s. Vuela mi abrazo más fuerte y Cassidiano