Billie Holiday
Técnicamente no tenía una voz extraordinaria, su tesitura se limitaba a una octava, pero su forma de cantar, esa forma tan suya de cantar con toda el alma, la hizo pasar a la historia de la música como una de las solistas más grandes de todos los tiempos. Durante toda su vida fue de desgracia en desgracia, de golpe en golpe, de dolor en dolor, de abandono en abandono. Antes de
cumplir los diez había sido violada. Su madre tenía 13 años cuando ella nació y su padre, que las abandonó, 15. No había cumplido los dieciocho cuando se vio obligada a ejercer la prostitución. Fumaba marihuana desde los doce, pero fueron la heroína y el alcohol los que la mataron de cirrosis el 17 de julio de 1959. Tenía 44 años. Su nombre era Eleanora Fagan Gough, pero todos la conocemos como Billie Holiday.
Aquí la tienes cantando “Strange fruit”, un tema antirracista que la convirtió en un icono para todas las personas que lucharon por defender los derechos humanos y acabar con la segregación racial. La fruta extraña a la que se refiere el título son los cuerpos de los negros ahorcados en los árboles del Sur de los Estados Unidos.
Con quince años, en Harlem, se presentó a una prueba como bailarina en el Pod´s and Gerry´s, un pequeño club de la calle 133. Fue un auténtico desastre. Pero el pianista le preguntó si se atrevía a cantar. Ella lo hizo. El público dejó de hablar y se quedó fascinado con aquella forma de cantar que jamás habían escuchado. Ahí empezó todo. En la música encontró un camino donde volcar sus penas, donde ahogar su dolor. Sus canciones están impregnadas de sus vivencias, de sus naufragios, de los
sueños que nunca llegó a cumplir. Si hay alguna persona que pueda ser considerado como maestra a la hora de transformar el dolor en belleza, sin duda, esa persona es Billie Holiday. Paseó su desgarrada voz y sus penas de garito en garito de aquel Harlem que la acogió como un ángel. Las drogas la llevaron 8 meses a la cárcel y le acarrearon la prohibición de cantar en clubes los últimos doce años de su vida. Su influencia en el mundo de la música ha sido, y es, extraordinaria. Su versión del “Stormy Weather” es, posiblemente, una de las canciones más sensuales de la historia.
Al escucharla cantar uno no puede dejar de preguntarse ¿cómo es posible que un alma capaz de cantar así, un alma tan bella, tuviese tan malas cartas en la partida de la vida? Las jugó como pudo, pero estaban marcadas. Jamás pudo ganar la partida. La canción fue la única baza que ganó en su vida, una melancólica y solitaria baza que valía toda una vida. ¿Qué debía sentir cuando cantaba? ¿Qué sensaciones vivió al pisar un escenario y dejar que su corazón tomase su voz para contarnos su historia? Seguramente esos fueron sus únicos momentos de felicidad. Y quizá por eso los vivió tan a fondo, tan entregada, tan auténtica. Porque si algo caracteriza la forma de cantar de Billie Holiday es la entrega total
con la que lo hacía, cómo se quitaba cualquier escudo, cualquier protección, para mostrarse tal y como era. Su voz sabe a derrota y a alcohol, y su swing, ese swing único que tenía, es capaz de transportarnos a mundos imposibles, a universos inexplorados donde la belleza, siempre la belleza, rige los destinos de todos los seres que habitan en él. Escuchar a Billie Holiday es adentrarse en ese mundo de pasiones y desengaños que es la vida. Para apreciar todo lo que su música es capaz de transmitir dos son las mejores formas de escucharla: solo, a altas horas de la madrugada, en el silencio y la oscuridad de cualquier ciudad ya dormida, o haciendo el amor con la persona amada, entregándote por completo, dando hasta el alma en cada caricia, en cada beso, en cada latido… Hay músicas, hay voces, que se pueden escuchar de otras muchas formas, pero la de Billie Holiday no. Esas son las dos únicas formas que nos pueden permitir intuir lo que debió ser escucharla en directo, verla en directo, olerla en
directo, porque la música de Billie Holiday está hecha para olerla, para morderla, para abrazarla con todas tus fuerzas y dejar que te lleve a ese no lugar donde viven los poetas y se aman los amantes. Su música no es música, es vida, es palpitación, es latido y gemido, grito y silencio, es pasión y es alma, la pasión de los que aman y el alma de los que se entregan, pero de los que lo hacen de verdad, venciendo todos los miedos, los tabúes y los frenos, porque amar y entregarse de verdad es hacerlo sin límite y con locura, con toda la locura que es estar vivo.
Ella cantó con los más grandes del jazz. Todos querían tocar con y para ella. Y a su muerte han sido muchos y muchas los que han cantado pensando en ella.Como también han sido muchos y muchas los que han cantado las canciones que ella compuso. Esta grabación de su tema “Fine and Mellow” en la que aparecen monstruos sagrados como Ben Webster, Lester Young, Vic Dickenson, Gerry Mulligan, Coleman Hawkins o Roy Eldridge con un solo de trompeta antológico, es, sin duda, una de las grabaciones más importantes de la historia del jazz. Disfrútala, déjate llevar y escúchala como se la debe escuchar: con la soledad por compañera… o amando con toda la locura.