Las llaves del alma…
Pocos sonidos como el de un violín solitario para trasportarnos a ese mundo donde habitan la belleza y los sueños. Su voz es la melancólica voz del alma susurrándonos todos sus secretos. Es el sonido de la belleza en toda su inmensidad. Capaz de evocarnos todos los sentimientos, estados y sentidos, el sonido solitario de un violín atraviesa suave, lentamente, todas las fronteras. Flota en el aire, vibrando en lo más profundo de nosotros, atravesando espacio y tiempo para darle su voz al pasado, paraíso de nuestros recuerdos, y también al futuro, insondable universo de nuestros sueños. Dejar que su sonido penetre en ti, en lo más hondo de ti, es uno de los mayores placeres que se pueden experimentar. Sexo, amor, caricia, gemido, latido, silencio… todo está en ese sonido que tiernamente te invade para llenar todas tus venas, todas tus células, todos los poros de tu piel de poesía, de luz, de misterio y belleza. Hoy te invito a ese viaje, te invito a que cierres tus ojos, a que abras tu alma y te dejes llevar a ese viaje hacia el placer infinito que es permitir que las notas del Stradivarius de Joshua Bell acaricien tu alma, recorran suave, lenta, eróticamente todos los recovecos y los secretos de tu cuerpo en una danza sin fin con esa lágrima de felicidad que no tardará en resbalar por tu mejilla. Vívela, saboréala, disfrútala, fluye con ella hasta ese no lugar que habita en ti, ese no lugar donde nace el amor que nos hace ser.
Ahora que, cerrando los ojos, has entrado en tu yo, en esa parte de ti tantas veces dormida u olvidada, regálate el tiempo de saborearte, de sentirte, de ser consciente de todo lo que llevas dentro, de todo eso que las prisas y los problemas del día a día te impiden disfrutar. Siéntete, disfrútate, ámate y aprende a vivir esa vida no día a día, problema a problema, sino instante a instante, placer a placer. Este es tu aquí y tu ahora. Esa inmensa sensación de felicidad y belleza que ahora experimentas no existe fuera de ti. Eres tú quien la crea, solo tú. Eres tú. Has detenido el tiempo para escucharte, para sentirte, para abrazarte, para amarte. Hazlo. Hazlo suave, lentamente, deja que las yemas de tus dedos recorran tu piel, acaríciate, siéntete, disfrútate… Deja que esas dulces notas entren por tus oídos, por tu rostro, por tu pecho, deja que lo invadan todo, absolutamente todo, son savia de vida, elixir de amor…
A veces tenemos que cerrar los ojos para poder ver. Son muchas, demasiadas, las distracciones que nos apartan de lo que verdaderamente importa, de todo eso que somos y que nos hace ser, de todo eso que, olvidado, vive en nosotros y que, agradecido, como ahora, te recibe emocionado cuando te atreves a visitarlo, a sentirlo, a amarlo… No es el violín quien te habla, esa voz que escuchas es la tuya, ese idioma que ahora escuchas es tu idioma, un idioma que no necesita palabras para hablar todas las lenguas. Todo está en ti, porque la vida está en ti… El violín no es más que una llave, una maravillosa llave que te permite abrir la puerta de ti mismo. Ese que te esperaba dentro, ese que te abraza con todas sus fuerzas, que te ilumina con su amor, que te hace sentir tan feliz y tan vivo, no es otro que tu verdadero yo, un yo al que has hecho cuando te entregabas a los demás, cuando compartías, cuando ayudabas, cuando sonreías, cuando amabas…
Las prisas, nuestras preocupaciones, nuestras absurdas urgencias son las que no nos dejan encontrarnos con la belleza que habita en el fondo de nosotros mismos. Corremos de un lado para otro como pollos sin cabeza para hacer cosas que carecen de la más mínima importancia. Corremos tras el dinero pensando que él es el amo de nuestra felicidad. Nos pasamos la vida corriendo tras él. Renunciamos a nuestro presente en aras de un futuro que jamás llegará y, lo que es peor, esa sempiterna loca carrera sin sentido nos deja tan agotados que ni siquiera encontramos cinco minutos al día para estar con nosotros mismos, con ese yo que te acaba de dar tanto placer, que te acaba de hacer tan feliz. Joshua Bell es uno de los mejores violinistas del mundo. Fue un niño prodigio que dio su primer concierto como solista a los catorce años con la Orquesta de Filadelfia dirigida nada más y nada menos que por Riccardo Muti. Está de gira permanente dando conciertos por todo el mundo. Hace unos años cumplió uno de sus sueños al comprar el Stradivarius con el que toca, un Stradivarius conocido como el Gibson ex Huberman por el que pagó cuatro millones de dólares y que tiene una historia llena de magia y misterio. Fue robado a su anterior propietario, el violinista Bronislaw Huberman. Desapareció durante
décadas hasta que un músico reconoció, poco antes de morir, que lo había robado en 1936. Se había ganado la vida tocando en cafés durante cincuenta años con aquel violín sin decir jamás a nadie que era un Stradivarius. Pues bien, esa pareja perfecta que forman Joshua Bell y su Gibson hicieron un experimento hace unos años: ponerse a tocar en una estación de metro. Fue en Washington. Tocó durante más de una hora. Frente a él pasaron miles de personas. Casi nadie se paró a escucharle. Recogió poco más de 40 dólares. Solo una mujer le reconoció porque le acababa de ver en un concierto por el que había pagado una entrada de más de cien dólares. Aquí tienes las imágenes de lo que pasó. Procura recordarlas cada vez que pases junto a un músico callejero. Seguramente no será Joshua Bell. No tocará como él. No lo hará con un Stradivarius… pero tendrá la llave de tu alma, esa que hoy te ha permitido volar tan alto.