Dejemos hablar al silencio…
Hace algún tiempo, unos años ya, que el estanque del Parc de la Ciutadella de Barcelona fue escenario de una iniciativa sin precedentes, una iniciativa cargada de poesía, de magia… y de silencio. Un artista que se refugia en el anonimato y protege celosamente su identidad bajo el seudónimo de TRES, fue el artífice de esa experiencia maravillosa a la que pudieron asistir unos cuantos centenares de privilegiados espectadores que, en respetuoso silencio, vieron a ocho barcas surcar el pequeño estanque entre la niebla. En la popa de cada una de ellas iba un remero, una sirena sentada en su proa y, en el centro, un músico tocando las notas más graves de un saxo. Aquel sonido, aquel evocador canto de las sirenas en la niebla, transfiguró por completo la luz y la magia del atardecer y aquel estanque se convirtió, por un momento, en la laguna Estigia. Los últimos rayos del sol se reflejaban en las aguas tranquilas. Lenta, muy lentamente, las ocho barcas recorrieron el estanque al son de aquellas melancólicas notas que, como fantasmas en la noche, pronto lo inundaron todo. De repente, quizá obedeciendo a una llamada ancestral sólo intuida, los saxos enmudecieron, los remos callaron… y habló el silencio. La inercia y el viento, ese viejo dios al que algunos llaman destino, empujaron las barcas hacia el centro del estanque. Un blanco manto de niebla y silencio cubrió las últimas luces del parque…
En un mundo, el nuestro, en el que hemos ahogado al silencio, en el que, a diario, refugiamos nuestros miedos tras los ruidos más absurdos e inventamos nuevos estruendos que nos permitan evitar pensar, presenciar una iniciativa como esta es un extraño privilegio sólo al alcance de unos pocos. ¿Cuántos podemos decir hoy que hemos podido escuchar el sonido del silencio? ¿Cuántos que hemos acallado todos los ruidos y hemos podido escucharnos a nosotros mismos? ¿Cuántos que hemos aprendido a callar y a escuchar? ¿Cuántos hemos podido oír la voz de los desaparecidos, el llanto de los ausentes?. La sociedad de la imagen, esa sociedad pasiva e inerte en la que nuestro papel parece limitarse a mover un dedo para cambiar el canal de la televisión, implacable verdugo de las verdaderas tertulias, está acabando hoy con la sociedad de la palabra, aquella que exigía una actitud activa, la de ponernos frente a un libro y abstraernos por los bosques del pensamiento buscando las respuestas a todas esas preguntas que, desde que el hombre es hombre, nos hace esa vocecilla que habita en nuestro interior… hoy, cuando el ser humano parece haber perdido su capacidad de analizar, de relacionar conceptos, de elaborar opiniones e ideas propias, hoy más que nunca hemos de gritar bien alto y bien claro que una palabra vale más que mil imágenes. Y hoy, cuando esa misma sociedad se ha transformado en la sociedad del ruido, hemos de reivindicar un derecho que parece olvidado, quizá porque lo perdimos sin darnos cuenta: el derecho al silencio. El ruido y la imagen han
ocupado el lugar de la palabra y del silencio: el pensamiento. No quieren que pensemos, no pueden permitir que nos atrevamos a pensar porque descubriríamos todas sus mentiras. Pero, ¿cómo pensar cuando nos han quitado la capacidad de analizar? ¿Cómo tener una opinión propia si nos impiden aprender a pensar? ¿Cómo entendernos los unos con los otros si no podemos ni estar en silencio con nosotros mismos? Hemos alcanzado la paradoja de ser la generación que tiene acceso a mayor información de la historia y que, sin embargo, es la que menos sabe utilizarla, analizarla o entenderla. Hemos alcanzado la que dicen que es la mejor calidad de vida de nuestra historia y, sin embargo, no podemos disponer ni de un solo segundo de silencio al día. ¡Gran logro el nuestro! Las palabras pierden su sentido, pocos saben ya lo que verdaderamente significan y el silencio ya sólo está al alcance de los muertos.
La palabra y el silencio se hundieron para siempre en el océano de la ignorancia. Los grandes ideales generosos y altruistas duermen en el eterno sueño del olvido. Hoy la ley está por encima de la justicia, los jueces del derecho, y el odio de la razón. Hoy palabras como libertad, democracia o derecho son utilizadas impunemente por quienes quieren quitarnos la libertad, la democracia y el derecho, argumentando cínicamente que nos los están quitando precisamente en nombre de la libertad, de la democracia y del derecho ¡Fantástico! Puede que sea la mayoría la que rige los destinos de nuestra sociedad, pero es tan fácil dominar y manipular hoy a esa mayoría. Los primeros pasos hace tiempo ya que se dieron: le quitaron la palabra y el silencio. La imagen y el ruido son las verdaderas armas de destrucción masiva que han empleado, emplean y emplearán contra nosotros que, ilusos, aún nos creemos libres porque nos dejan elegir una vez cada cuatro años a los que “deben” gobernarnos y porque, entre una elección y otra, podemos decir lo que queramos porque, nos dicen, tenemos libertad de expresión. Pero, ¿somos libres de elegir si nuestra elección se ha de limitar a la que los partidos proponen? ¿somos libres de elegir cuando las listas que nos presentan son cerradas y no abiertas? ¿existe la libertad de expresión para quien no tiene acceso a los medios de comunicación? ¿son realmente libres los medios de comunicación que pertenecen a grupos empresariales privados? ¿acaso es información el continuo bombardeo de mentiras, descalificaciones e insultos con el que a diario nos agraden los medios de la extrema derecha de este país? ¿dónde está el deber de informar de la prensa? ¿qué queda de nuestro derecho a ser informados? ¿qué queda del pluralismo informativo? Hoy son muchos los que ya no tienen opinión propia en este país, demasiados los que simplemente repiten lo último que han oído, lo que más nos han repetido…y, por desgracia, cada vez son más entre los más jóvenes. Exijamos nuestro derecho a estar bien informados y no permitamos que nuestra voz acabe siendo lo que ellos quieren: el eco de la suya. No
quieren que tengamos ese derecho, no quieren que tengamos nuestra propia opinión, les aterra que pensemos, no pueden permitirlo, porque la libertad es demasiado peligrosa para el carcelero. Viendo la actuación de estos medios de comunicación y de estos jueces no me cabe duda de que Franco tenía razón cuando dijo que lo iba a dejar todo “atado y bien atado”. ¿En qué democracia vivimos si es el verdugo quien juzga al juez?, ¿Es esto democracia?, ¿Era ésta la democracia que queríamos y por la que miles de personas dieron su vida? Cada día tengo más claro que en este país nos perdimos al recorrer el camino de la transición y que jamás llegamos a la democracia, sino a esta “demofascia” en la que hablar es un delito, tener opinión propia un atentado y estar dispuesto a defenderla un crimen.
Hoy la manipulación informativa es tan burda y tan grosera que ofende a la inteligencia y a la razón, y no es sólo con el tema del franquismo, sino con todo aquel que implica la esencia de la democracia: la paz y el diálogo. ¿Nos han informado, acaso, de que un grupo formado por más de 20 expertos internacionales en resolución de conflictos, con contrastada experiencia en Irlanda del Norte y Sudáfrica, entre los que hay cuatro premios Nobel de la Paz, acaban de presentar en el Parlamento Europeo la Declaración de Bruselas, un manifiesto en el que apoyan expresamente las tesis no violentas de la izquierda abertzale para conseguir la paz en Euskadi, piden a ETA que abandone la violencia en un alto el fuego permanente y verificable, y al Gobierno español que, si se da ese alto el fuego, esté a la altura de las circunstancias para conseguir, al fin, la paz en el último conflicto de Europa? ¿Nos han informado de que entre ese grupo de expertos se encuentra nada más y nada menos que Raymond Kendall, el policía más laureado de Europa, máximo jefe de INTERPOL entre 1999 y 2007 y que, entre otras condecoraciones, cuenta con la Cruz al Mérito Policial de la Guardia Civil? ¿o que entre ellos también está Mary Robinson, la exPresidenta de Irlanda galardonada en 2006 con el premio Príncipe de Asturias precisamente por ofrecer “su voz, inconformista, valiente y de amplias resonancias a quienes no la tienen o apenas la pueden hacer valer”?
La respuesta, por desgracia no me cabe duda, es no. Sin embargo todos hemos sido “debidamente” informados de que ETA, en su último comunicado, ha manifestado su voluntad de seguir adelante con la lucha armada cuando, en realidad, la novedad de ese comunicado precisamente radica en que ha declarado que valora muy positivamente esta implicación de la comunidad internacional y que próximamente estudiará las propuestas de paz y diálogo que propone la Declaración de Bruselas. Podemos estar ante una oportunidad histórica de alcanzar definitivamente la paz en Euskadi, como se alcanzó antes en Irlanda del Norte y en Sudáfrica. Pero los medios de comunicación nos siguen vendiendo la idea de que el fin de ETA, su derrota final, está al alcance de la mano. Llevan más de 50 años diciéndonos lo mismo, haciéndole el juego a esa mano negra que no quiere la paz.
Los medios generalistas han ignorado sistemáticamente la Declaración de Bruselas. Este apagón informativo de la realidad coincide con las maniobras de manipulación y desinformación practicadas a diario por los voceros de la extrema derecha que se han adueñado de la mayoría de periódicos y emisoras de radio de este país y que, día a día y hora a hora, van sembrando la semilla del odio, la intransigencia, el nacionalcatolicismo, el españolismo y la xenofobia, llamándose a sí mismos “demócratas”. Ante esta situación no podemos permanecer de brazos cruzados y callados. Hacerlo nos convertiría en cómplices pasivos de todo lo que está pasando. Por eso debemos denunciar bien alto y desde todas las tribunas a nuestro alcance el atropello a la libertad que se está cometiendo.
Son más de cien mil los desaparecidos del franquismo que duermen en el silencio, que no el olvido, porque jamás les olvidaremos. Pedir hoy, tras treinta y cinco años de “democracia” que se haga justicia con ellos está considerado como un crimen. No hay que reabrir las viejas heridas, nos dicen quienes, precisamente, siembran el odio y la discordia desde sus radios, sus diarios y sus televisiones. No se puede opinar ni criticar la labor de los jueces nos repiten hasta la saciedad quienes llevan meses atacando sin piedad las actuaciones judiciales que investigan los numerosos casos de corrupción de su partido. La TDT no ha traído el apagón analógico, como nos dicen, sino el informativo, con la concesión de licencias a todos esos grupos de comunicación que odian y persiguen a todo aquel que no piense como ellos. Franco llegó al poder a través de una sublevación militar, pero Hitler lo hizo ganando unas elecciones. No le fue difícil conseguirlo: fue el primero en descubrir el poder que tiene la prensa y en utilizarlo para sus propios fines. Cuando exigimos que se abran las fosas, que se investiguen los crímenes del franquismo y que nuestros muertos recuperen su dignidad y su identidad no queremos abrir heridas, no buscamos revanchas ni venganza, ¡tan sólo exigimos justicia!, porque queremos poder sacar a nuestros muertos de las cunetas donde les enterraron, porque queremos que, desde su silencio, hablen y nos cuenten su verdad, porque queremos que sepan que no murieron en vano… Dejémosles hablar, dejemos hablar al silencio…
El viento ha amainado, las sirenas, todas las sirenas, se han ido a dormir y yo paseo solitario por las calles viendo las estrellas al nacer… en casa me esperan la soledad y un buen libro. Con suerte el vecino no hará mucho ruido, puede incluso que haya apagado el televisor. Quizá esta noche, ya de madrugada, cuando todos los demás hayan callado, escuche el sonido del silencio y pueda, por fin, dormir tranquilo…
NOTA: Este es un artículo que publiqué en el diario GARA el 17 de abril de 2010. La secuencia pertenece a la película “Salvador”, de Manuel Huerga, basada en la historia de Salvador Puig Antich, joven anarquista catalán ejecutado tras ser condenado a muerte por un Consejo de Guerra sin las mínimas garantías procesales el 2 de marzo de 1974 mediante el procedimiento del “garrote vil”. En realidad, según contaron los testigos, el garrote falló en aquella ocasión y Salvador Puig Antich tardó más de veinte minutos en morir. Su familia lleva luchando desde entonces por reabrir el proceso para demostrar que era inocente. Salvador Puig Antich no fue el último ejecutado por el régimen franquista. El 27 de septiembre de 1975, menos de dos meses antes de que Franco muriese, fueron fusilados Ángel Otaegui, Juan Paredes Manot Txiki, José Humberto Baena, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo.